Bruja Violencia [VI]

24 jun 2010

Bruja Violencia,
punk rock bizarro

[Acordes desafinados para la Inquisición]
-Parte VI-

CUARTA ESTROFA: “EL CEPO”

Nacidos, entre la violencia,
Violencia, en mundo de dementes
Suicidio, el sueño americano
Muerte  y autodestrucción...
Flema, “El Sueño Americano”


1

Nos despertó Charly, a las patadas. Gritaba, emocionado:
La Bruja está de fiesta! ¡Hay que prepararse!
Dicho aquello, salió corriendo.
Gabo y yo lo observamos con idénticas sonrisas, sin saber si estaba asustado o contento.
Desayunamos unos pebetes de jamón y queso que habían sobrado de la noche. La verdad es que estaban muy buenos a pesar del pan duro.
Cerca de las cuatro de la tarde Gabo sacó la última pizca de marihuana que le quedaba y empezó a armar un cigarro con evidente buen humor.
-Que mundo de mierda, ¿no?
Asentí y me imaginé, sin fastidio, que a continuación vendría uno de sus discursos anti- sistema. Pero me sorprendió.
-Le tengo miedo a la muerte… Tengo miedo a que de viejo me tengan que transportar de un lado a otro en silla de ruedas… Me da miedo enamorarme porque no soportaría ver en esas condiciones a alguien que amo… Es una mierda de verdad…
Lo miré. Sacó los fósforos y prendió el porro. Se quedó largo rato mirando la llama y luego me afreció una pitada.
-No, gracias… -y empecé a buscar en mi mochila las porquerías para inyectarme.
-Me da miedo tener hijos… Creo que me da miedo casi todo… -en su rostro se dibujó una cómica amargura- Canalicé esos miedos, los transformé y los disparé hacia otro lado… El punk, tratar, de modo soberbio, de dar un mensaje… No sé… Dejé de creer en mucho de eso…
-¿Y entonces? ¿Ahora? –lo pregunté con sinceridad.
-Ya te dije… La naturaleza del ser humano pide algo que le es innato… La sangre… Creo que lo mío y lo que siempre me molestó de la sociedad puede solucionarse del mismo modo…
-¿Cómo? –la aguja entró en mi piel, se clavó, con un dolor fino, agudo.
-No hay que tratar de volver justa esta sociedad, como no hay que perder el tiempo tratando de superar los miedos… Hay que potenciar la esencia, que es horrible, pero es… Genuina… Esta ahí, latiendo… ¿No la sentís?
Lo pensé un rato.
-Sí…
Y era verdad.
-Lo más triste es que no creo en el “No Future”… Cuando lo horrible se potencie y sea suficientemente horrible va a ser hermoso…
-Bruja Violencia es linda, ¿no?… -no pude contenerlo.
-Sí… No tendría que haber sufrido tanto…
-No quiero justificar nada… Pero no era inocente…
-Ya sé… Vi a los chicos colgando de los árboles…
Nos quedamos un rato en silencio.
-Por eso, es un mundo de mierda… -sentenció.
Buscó su walkman y se puso los auriculares.

2

A las seis llegaron los únicos tres que vendrían de nuestro grupo. Llegaron borrachos, sintiéndose valientes. Uno tenía una manopla y otro escondió un palo de madera con un clavo en la punta detrás de unos arbustos secos.
Gabo y yo  también preparamos nuestras sorpresas.

Ese viernes fue un viernes ventoso y para las seis y media las nubes cubrían la plaza y habían ocultado el Sol. A pesar de eso yo sabía que no iba a llover. Entendía, también, la lógica de aquello: las sombras eran indispensables.
En las zonas oscuras estaba la llave… La luz me atontaba, me deslumbraba al punto de ponerme idiota… Ojos abiertos de par en par, saliva colgando…
Sentía que la luz destruía mi capacidad de pensar, la luz era un entretenimiento fácil, era lo llamativo… Era como esos videos juegos estúpidos que no podés dejar de jugar por el sólo hecho de que no es complejo pasar de pantallas… La luz era la adicción propiamente dicha…
En cambio, la oscuridad… La oscuridad y las jeringas van de la mano… En la oscuridad nada era simple, fácil ni divertido… La oscuridad era ajena, no era de nadie… Estaba ahí, con sus secretos, desnudándonos, peligrosa, sugerente… Pura, sin mentiras… O con todas las mentiras, que es lo mismo que la verdad… La oscuridad era (es) la Bruja
Y la Bruja estaba de fiesta…
Por eso recibí a las nubes de modo cortés y me preparé para lo inminente.
-Por Ramón… -y cerré un instante los ojos.
“Más vale que la Enfermera puta no lo haya vuelto momia porque sino…”
Traté de no recordarlo sangrando.
No pude.

A las siete la calle estaba desierta, oscura de modo inusual y el viento se había vuelto frío.
Ellos llegaron puntuales. Eran más de veinte, pero eso no nos importó (a fin de cuentas las cosas habían comenzado así en “El Coloso”). Sin prisa nos paramos para recibirlos. Apreté fuerte los puños y vi que mis compañeros hacían lo mismo.
-Ésto se termina…
-Por fin…
Gabo respiró hondo y susurró algo a través de su impaciente semi sonrisa… No lo escuché pero supe lo que fue:
-Bruja Violencia…
Luego tarareó el tema que había compuesto, ese tema que lo tenía obsesionado.
-No creo que nada de esto valga la pena…
-Yo no creo que tenga sentido…
Y por esas razones era preciso hacerlo.
Mientras los fachos se acercaban más y más varias cosas me llamaron la atención.
La primera de ellas fue el perro negro. No me soprendió que lo hubieran traído, eso lo tenía previsto, pero sí me sorprendió el aspecto del animal. Estaba furioso, pero algo de su furia no resultaba natural.
Otra de las cosas que me distrajo fue el aspecto de los skin que venían en la primer fila: estaba el dueño del perro, el resentido de la guitarra, un gordo que ya me había cansado de ver… Y todos estaban pálidos, con los ojos muy hundidos… Mirarlos era como poner un espejo y observarnos a Gabo y a mí.
El tercer detalle fue Aro.
Y entonces todo en mi se revolucionó. Aquello fue un baldazo de agua fría, una patada en las bolas…
Ellos se habían detenido a unos metros de distancia, lo suficientemente cerca para que mi vista no me engañara. El pelilargo (uno de los tres que no tenía el pelo rapado) era Aro, sin dudas. Vestido de negro como los otros, la bandera en una manga, la esvástica en la otra, los borcegos altos. Sonreía… Con soberbia, burlón.
En ningún momento se me ocurrió pensar que podría estar ahí de infiltrado… Al verlo no quedaba lugar a dudas… Había sido un infiltrado, pero en nuestro grupo.
Me desesperé y miré a Gabo que no me devolvió la mirada. El cigarrillo se le había caído de la boca. Una mano subía hasta su frente, mojada por un sudor enfermo.
-A la mierda… Ésto no puede ser…
Pero sí podía.

3

El perro tiraba fuerte de la cadena, aullaba, insoportable… El facho que lo tenía hacía un esfuerzo enorme por controlarlo. Sin embargo era otra cosa la que me preocupaba. Si Aro estaba ahí, eso significaba que…
-Ya está… No más juegos estúpidos… -habló el idiota al que le habíamos roto la viola- Esperamos que sepan entender el mensaje…
Se abrieron y, empujones mediante, dejaron paso a una figura encapuchada que trastabilló y cayó de boca al piso. Tenía pies y manos atadas… Nosotros corrimos hacia ella, al instante, y nos arrodillamos a su lado.
Ver a Lucía rapada a cero, drogada, con los ojos morados hizo que tuviera ganas de vomitar.
-Lucía…
-¡Lucía!
-Hijos de re mil puta…
El que llevaba al perro dio un paso adelante. El animal ladraba con fuerza, al límite de quedarse afónico.
-Estamos a mano… Sepan dar un paso atrás… Se van a ir, ahora esta plaza es nuestra… Se acabó…
Dicho aquello se acercó a un fierro que en una época había pertenecido a quién sabe qué juego y allí amarró la cadena del perro. Fue visible el alivio que sintió al ya no tener que lidiar con la bestia.
-Hijos de puta…
Ninguno de nosotros podía quitar los ojos de Lucía, que babeaba.
Lucía…
(-Tengo ganas de practicarte sexo oral hasta hacerte acabar…
-Sos un idiota… ¿Por qué nunca te puedo hablar en serio?¿Por qué tenés que tratarme así siempre?)
Lucía…
Su ropa presentaba varias manchas de sangre. En su remera se leía, escrito con un fibrón: “Punky petera…” Se notaba que no tenía corpiño. Sus pezones se marcaban con dureza en la tela.
Me quebré.
Eso era justicia… No era otra cosa…
Justicia… El concepto se desfiguró en mi mente, supe que no habría fin. Nunca.
Saqué, con lentitud, el arma que tenía guardada bajo la remera. El arma con la cual mi viejo había intentado matar a Ramón. Sin que lo esperara Gabo me la arrebató.
El resto ocurrió demasiado rápido.

4

Mientras los dedos de mi amigo se posaban en la culata de la 22 pude percibir una luz de tonos rojizos por el rabillo del ojo.
Me giré y vi los patrulleros. Eran tres. Los vi un segundo antes de que encendieran las sirenas.
-Se llamaba Gabriel… El puto de mierda se llamaba Gabriel… Como yo…  
Gritos de los otros al ver el arma.
-Gabo…
-Voy a tener la mejor banda punk del mundo…
El ruido del disparo me dejó sordo y la sangre me manchó el rostro.
Gabo se había volado la cabeza.
Los fósforos, que habían estado apretados en su mano libre, salieron disparados y se esparcieron por el césped.
Y todo se volvió silencio.
Trate de convencerme de que estaba soñando, de que todo era una alucinación… Eso no podía estar ocurriendo… Empecé a retroceder… Me arrastré hasta quedar a unos metros… Incluso el perro se había callado.
Punkys y skin habían optado por llevarse la mano a la boca… Ante el horror no había distinción de tribu urbana o ideología política… Sólo Lucía permanecía abstraída, entre quejas, balbuceos… Lejana… Lejana para no volver… Bastaba ver sus pupilas… y la envidié…
Las estrofas del tema que Gabo me había cantado una noche volvieron fulminantes a mi cabeza y tuve que llevarme una mano a la cien por el dolor. Me levanté, tambaleante, y, ya con los patrulleros llegando, aún con un silbido en los oídos, vi las molotov.
Un fósforo se había pegado con sangre a mi remera de Flema. La cabeza no se había humedecido. Hice lo que tenía que hacer.
Luego me giré con velocidad para escapar. Me choqué con Charly que tenía  los ojos llorosos.
-La Bruja está de fiesta… Otro sacrificio para la Bruja
Entonces me mostró uno de sus dibujos.
Y entendí. No vi el garabato de siempre.
-La Bruja
-Si… -se alegró- ¿Podés verla?
Le saqué la hoja de la mano y la giré.
-La Bruja
-Me salió bien, ¿no?
Charly había dibujado música.
Empecé a correr.

5

Corrí las veinte cuadras. Por momentos sentía que me seguían. El eco de mis pisadas, junto a mi sombra que se alargaba y se achicaba, me enfermaba de terror… Pero no me detuve. Corrí.
Corrí hasta el 369 de la Avenida Blight y no me sorprendí al ver que me estaban esperando.
La puerta estaba abierta… Del interior brotaba una melodía de piano que no tardé en distinguir.
Extrañé las drogas, ansié estar drogado… Más.
-¡Puta! –grité, agitado.
Empujé con violencia la puerta de la reja, entré a la casa sin dudarlo pero con las piernas débiles, sudado, manchado con la sangre de mi amigo, aquel que me había hecho escuchar por primera vez un tema de los Ramones.
-Veo que no hubo forma… Seguís con el odio… -lo dijo con una tranquilidad que me exasperó. Estaba con su traje de enfermera. Dejó de tocar- Y tus brazos están peor… Igual que el labio…
-¡Preparaste todo esto! ¡Puta!
Y me caí de rodillas. No quise hacerlo, me caí. Y empecé a llorar. Lloré con fuerzas, con muchas ganas. La sentí acercarse. Sentí su mano en mi cabeza y no pude decirle que la detestaba con todo mi ser. Levanté la vista y vi su collar, la medalla…. La medalla que siempre había dibujado Charly…
No podría describirla.
Música. La clave de todo. La Bruja.
-Yo no preparé esto… Ésto ya estaba empezado… Estás siendo injusto… -hizo una pausa- Igual tengo un regalo para vos…
Iba a contestarle que sólo deseaba morirme, que nada más me importaba… Pero entonces lo escuché.
Luego lo vi aparecer y quedé boquiabierto. Ramón se abalanzó sobre mi, moviendo con fuerza la cola. Lo observé sin poder creerlo. Ni siquiera había cicatrices.
-Ramón… ¡Ramón!
Lo abracé con desesperación. Era el mismo, el de siempre… Mi mascota, mi perro…
-Los animales son ideales para los hechizos… Pero te lo debía… No fue fácil… Aparte de las heridas estaba enfermo… De rabia… Lo contagió ese perro que lo atacó, sin dudas…
-¿Rabia?
-Si… Vos también la tenías… Hasta hace un rato… Consideralo otro regalo… Muchos de ustedes estarán contagiados…  La Rabia va a ser la excusa… Pero no te creas ese cuento… Sería como pensar que las brujas morimos en la hoguera…
Se dio vuelta y se empezó a alejar.
-¿Las Brujas no mueren en la hoguera? –lo pregunté sin pensarlo.
Se giró y me miró con una sonrisa:
-No, ya llegamos muertas al fuego… -se acarició el colgante- No nos matan las llamas, nos matan los hombres…
Bajé la vista, me sentí culpable.
-Gabo está muerto… ¿Podés…?
No me dejó terminar la frase, estalló en carcajadas.

[Continuará...]

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