DESIERTO

5 ago 2010

SEXTO DESIERTO, A LA IZQUIERDA


Banda sonora: THE WHITE STRIPES

Tengo seis personajes. Uno es violeta y no desea salir de su escondite. Otro es demasiado bello como para asumir que está equivocado. El tercero está deprimido y se pregunta, con obsesiva insistencia, si ya estará muerto (“Quizás nadie me aviso”). De los que restan tampoco hay mucho que decir: uno es enorme, ama los árboles y no se siente cómodo con su realidad; el más pequeño, el que sufre de asma, el que nunca, jamás, combatirá contra las injusticias, quiere ser superhéroe. El último de ellos, el de la sonrisa brillante, está drogado. No le importa nada. O quizás ya nada le importe gracias a las drogas. En realidad creo que a él todo le importa demasiado. En fin, no es el punto.
Tengo seis personajes. No se conocen entre ellos, no conocen a nadie. Están solos y piensan en voz alta.
La Libertad es un sentimiento extraño…”, dice alguno de ellos, quizás sin saber lo que dice.
Tengo seis personajes unidimensionales (malísimos), una frase gastada de tan repetida y algunas líneas de presentación… Sigo sin tener una historia.
Una hoja en blanca violada sin un fin aparente, sin una causa justa. Tu ropa interior, inmaculada, ahora salpicada con sangre; sábanas manchadas de semen; barro en tus zapatos, mugre en las uñas por querer cavar una tumba en la tierra menos adecuada (“¿Qué hacemos entonces, señor Juez, con todos los cadáveres?”); tu remera preferida, la de la infancia, quemada, arruinada de modo estúpido por la curiosidad (¡sagrada y divina curiosidad!) de saber qué se siente fumar, qué se siente desobedecer a mamá y papá; una herida… Todo es una hoja en blanco mamarrachada por algún capricho.
Agua bendita en lugar de tinta, crucifijo en lugar de lapicera… Exorcismo, sudor, temor… Con poco convencimiento, pero seguro, me proclamo Rey, desnudo, desafiante, Dios.
Le grito al desierto (muere otra hoja en blanco) y le pregunto al cielo cargado de estrellas, símbolos, arcanos: “¿Qué hago con mis seis personajes?”.
Y me contesta la Luna, que no habla, y me dice, con ecos y vientos, que los personajes se crean en función de una causa, que la telaraña se empieza por el centro.
Me tomo una pausa para entenderla y mis personajes se impacientan… Uno golpea las paredes con los puños cerrados, fuerte… Otro las golpea con la cabeza (“Que mas da… Si es probable que esté muerto…”); otro se toma las rodillas y grita. Sus habitaciones no tienen puertas.
Muy tarde para intentar modificarlo.
“Ellos están ahí, se encerraron y ahora me piden a mi, que a penas los conozco por lo que de modo imprevisto salió de mi lapicera (cruz), que les de un sentido…”, explico, cerrando los ojos, orgulloso por la Revelación, ansioso por volver a pisar suelo fértil. Sin embargo, espío y todo sigue igual: desierto y noche.
La Luna, ya habiendo dicho demasiado, después de mirarme con desaprobación, se gira… Y me deja solo.
“Qué conchuda”.
Luego: “La Libertad es un sentimiento extraño…”. Esta vez soy yo quien lo dice. En  voz alta todo tiene mucho más sentido. Comprendo.
“En un desierto tampoco hay puertas…”
Me rio del chiste un rato largo… Me rio tan fuerte que mis personajes me presienten. Agudizan sus sentidos… Sin embargo están tan lejos de mi como yo de la Luna.
Insisto: yo no sé nada de esos seis sujetos… Jamás podría comprenderlos, jamás podría brindarles consuelo… Es muy injusto…. Para ellos y para mi.
Pero la tentación es enorme… Tejer la telaraña de modo inverso puede llevarme al centro… Y cuando haya una causa no habrá necesidad de contar una historia… Porque habrá una historia… Y si hay historias entonces no se escribe… O la escribe otro… Pero ese será su problema… Que se joda. Me conformo con volver a la hoja en blanco.
Tengo seis personajes… Y mi presencia, lejos de tranquilizarlos, los inquieta más… Sólo hay un escape. Cierran los ojos, simultáneamente, y piensan, sin tener un plan pre fijado, en una araña. Una araña gigante.
Una araña gigante que me muerde el cuello (¡MIERDA! ¡A los conejos no nos gustan las arañas!)… El desierto se vuelve torbellino, vértigo, dolor…
No vi venir el ataque y eso me pone nervioso.  Aunque también me tranquiliza.
“Tengo todo bajo control: soy conciente de que nada está bajo mi control…”
El veneno de la araña no tarda en recorrer mis venas y va directo al cerebro, sacudiéndome.
Son convulsiones, espasmos, electricidad.
“Tengo un personaje…”, dice el Violeta.
“… que ha sido picado por una araña…”, susurra el Señor Oscuridad.
“Un personaje envenenado…”, sigue el Idealista.
Agregan los otros tres:
“¿Y ahora,
Que será
De él?”
No hay metáfora, no es así de simple, ¿verdad?
Mis seis personajes ni siquiera habitan el mismo Mundo, pero comparten el mismo sueño. Y me odian. Tanto como yo a ellos.
La Libertad es un sentimiento extraño…”. Sale de la boca de la araña, que se queda en mi hombro, como si fuéramos viejos y buenos amigos.
Estamos en un lugar blanco. Muy blanco.
“¿Es la Luna?”, pregunto ilusionado.
“No… Una hoja…”
Y me imagino a mi escribiendo… Pero no soy yo: es otro que imagina escribir mi vida, sin saber que yo, contándolo, estoy escribiendo la suya (¿la mía?).
¿Tejo hacia adentro o hacia afuera?
No sé. Aún no puedo saberlo.
Tengo seis personajes. Los seis están soñando.
Creo que yo también sueño.
Y es entonces cuando las cosas se complican de verdad.

1 Diálogos:

Anónimo dijo...

son los miembros de mantra
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