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11 feb 2011

El Próximo
(quizás)



Ella esperaba el colectivo. El mismo que esperaba yo. Estábamos solos en la parada, era muy de noche, la zona era horrible y comenzaba a llover. 
Ella estaba tranquila y yo tenía miedo.
-¿Mirá si el colectivo no viene más? –le dije, susurrando, mirando con terror la Avenida, deseando ver los faroles del transporte que me llevaría hasta la paz de mi hogar-. No hablo de que se retrase… Lo que digo es, ¿mirá si de verdad no viene nunca, nunca, nunca más?
Ella me miró, casi sonriendo, para mi sorpresa.
-En el peor de los casos me tomo un taxi y chau… O me tomo otro Bondi, acá cerca… O espero a que se haga de día.
Se encogió de hombros, demostrando que podía seguir con los ejemplos.
-¡No! –le retruqué, mirándola fijo por primera vez-. Si el colectivo no viene nunca más nunca se haría de día… Si un factor del sistema se descompone se descompone todo… Podrías intentar irte a otra parada, pero no sabrías qué otras cosas cambiaron… De un momento a otro esta realidad puede transformarse en otra cosa totalmente distinta.
Sentí que los cachetes se me enrojecían. Me había acercado mucho, de modo inconciente. Por el miedo.
-Estás delirando…
Agaché la cabeza, un poco avergonzado por la catarsis espontánea. Necesitaba un abrazo y era obvio que allí no iba a conseguir uno.
-Capaz que ya todo empezó a cambiar…
Susurré, entre alarmado, resignado, tembloroso. 
Ella se rió, de nuevo. Mi desconcierto creció.
-O capaz que estás exagerando…
-Capaz que las calles cambien de nombre… y de forma. Y los planos hagan dibujos raros y los edificios se hagan más altos… Y capaz se empiecen a vender drogas diferentes y las personas se transformen en otras cosas por las noches y nazca alguna raza de mutantes que viva en las alcantarillas y todo el año sea una sola estación y los árboles siempre estén pelados y mi casa no sea mi casa y mi mascota no me reconozca y ya no sea un perro sino que una especie de pájaro pero con dientes y me muerda y yo no me reconozca en sus ojos y le gritaría para que se acordara que se llama como un superhéroe y que no puede hacer cosas malas, pero me seguiría atacando y cuando ya no lo soportara yo también empezaría a cambiar y me empezaría a olvidar de todo y entonces nunca me podría acostumbrar a nada y si me compró otra mascota algún día otro colectivo va a dejar de pasar y otra vez todo…
-Hey…
El corazón me latía, desbocado. Los ojos me ardían.
-¿Qué?
-Ahí viene el colectivo –exclamó, señalando.
Nos quedamos en silencio. 
Cuando el 17 abrió sus puertas le cedí el paso, pero no la seguí. Ella pidió el boleto y se giró, extrañada. 
-¿No subís?
La miré un rato.
Me metí las manos en los bolsillos, la lluvia se empezaba a poner violenta. Suspiré.
-No, espero al próximo.
El colectivo se puso en marcha. Se fue. 
Ella ni siquiera me preguntó cómo me llamaba. 
Ni siquiera me preguntó cómo le pondría a mi mascota si es que alguna vez tenía una.
Ojalá la realidad cambie alguna vez.

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