La Mascota está suelta

8 mar 2011

SOBRE VACÍOS y EXCAVACIONES PROFUNDAS


La mascota está suelta y la cucha ahora es la casita embrujada, la mansión de las perversiones sin nombre.
Yo te pido un secreto y te regalo un gato negro, un perro rabioso, un pajarito con taquicardia, que recita un discurso de Charly Manson, pero al revés.
Yo te espió desde la ventana, porque tarde o temprano vas a mostrarme quién sos, a quién ocultás detrás de los párpados, que están llenos de películas que yo no vi… Hay demasiados películas para ver, ¿qué te hizo pensar que justo íbamos a ver las mismas?
(“A veces pasa”, decís. Yo no te respondo, porque capaz me estás tomando el pelo. Capaz que no. Vos no sabrías decírmelo).
Yo te escribo una carta, pero siempre y cuando prometas estar el veintiuno de Diciembre en la terraza, porque voy a pasar a visitarte y sería muy frustrante quedarme solo cuando todo sea nada.
Alguien dijo que podía ser hoy: el de la barba le pifió, el borracho que no agarra un número en la quiniela tuvo su racha de suerte. 
El veintidós vamos a fumarnos una resaca terrible.
Yo te regalo mis drogas, para que saltes, para que se te mueva la cabeza muy rápido, para que leas un diccionario en una hora y descubras una teoría sobre por qué los domingos a la mañana siempre tienen olor a tierra mojada. Yo te doy todo mi licor con tal de que vomites no muy lejos mío, para que pueda tenerte el pelo y sientas que te ayudé.
Yo te encapsulo mis pensamientos y metételos dónde mejor te parezca, para que nadie los robe, pero que mueras en el intento. 
Yo te repito las palabras de ayer, aunque no sé si ya las dije: la mascota está suelta. Ya no tenés cadenas.


***

Me dicen que Matías no es tan bueno después de todo y yo digo que nunca dije que era el mejor. Yo siempre supe que estaba mal de la cabeza, pasado de rosca, siendo lo peor que le sale, mintiendo con las buenas intenciones, abandonado en el patio. 
Dejen de darle bola y van a ver cómo estalla y se muerde la lengua, para sangrar, para hacerse la víctima, otra vez, para traicionar de nuevo.
Me dicen que Matías es uno más, que no lo logró y yo digo que es buen momento para darse cuenta. ¿Es qué nadie leyó su último cuento? Se nota cuando un cuento es tu último cuento. Él ya no tiene nada que agregar, incluso el epílogo es una perdida de tiempo. Ni siquiera se marchó con dignidad. La tuvo que embarrar. Sí, lo reconozco. Nunca deje de reconocerlo.
Me dicen que Matías es un miedoso y yo digo que eso es lo que siempre me gustó de él, que siempre lo vendí así, que no cabía chance para otra cosa, que su miedo era eso que parecía tan valiente, que no se confundieran, que tuvieran cuidado, ¡OJO! No es un héroe, no. No quiere, no puede, no le sale. Él cree que el héroe sos vos.
Me dicen que Matías está soñando, justo ahora.
Yo digo que mejor dejen de gritar. Si él se despertara sería el final de todos ustedes. Uno por uno dejarían de ser. Uno por uno volverían al torbellino eterno, ese que está en el centro único, ahí, ya sabés dónde.
Tarde o temprano descubrimos nuestro origen y entonces se acabó.
Yo era todo, vos eras todo, Matías era todo.


***

Y ahí estoy, mirá, quince años atrás, sacando la lengua a la cámara, tan genuino que ni me acuerdo por qué lo hacía, porque el instante no estaba condicionado por la esperanza de lo que podía ser. Era.
No creo que hubiera preguntas, ni reclamos, ni llantos escondidos. No creo que hubiera más que fiebre; de fantasía, de YA, de AHORA.
Y ahora me tengo que bancar haciendo “fuck you”, en cada instantánea, en cada abrazo, en cada intento. Dedo medio para las ganas sin ganas de mandar todo a la mierda, de quitarme el palo de la rueda, de decir que no estoy de acuerdo, porque para mi los animales valen, porque todos tenemos derechos, porque señalar es de cobarde y porque mejor que ni te me cruces con ningún discursito facho, porque te están rompiendo el orto y no te queda la pose de hombrecito verga larga.
Flash.
Fuck you.
Y sin embargo no dejo de pensar que antes, sin dientes, sin motivos, era más rebelde.


***

Las páginas vacías y las posibilidades que se apagan, aunque juegues a que no, a que todavía se puede, a que el camino es tuyo, a que vos lo elegiste así, a que es lo que esperabas… Estás en el cortejo fúnebre de los buenos momentos, que se van con pena y sin gloria, recorriendo calles conocidas, miradas cómplices, gestos de amistad, corazones acelerados. Y te queda la nada y te imaginás, todavía, dueño.
Tenemos un espacio de cenizas, tres meses vencidos de alquiler y mañana terminamos en la calle. No somos tan diferentes después de todo… Todo eso que nos separó va complotarse para unirnos. Y vas a preguntarme mi nombre, y voy a confesarte que tengo frío. Vas a contarme de tu casa, voy a enumerarte las cosas que extraño. 
Esta historia (hoy) tiene que estar escribiéndola otro. 
No puede ser de otra manera.
Yo no pedí conocerte, vos nunca soñaste conmigo. 
Somos las páginas vacías, las posibilidades que se apagan.

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