Voy a extrañar a ET

1 mar 2011

MUNDO, PONETE VASELINA
(primera parte)


La escuché cruzar la puerta.
-Buenas… -soltó, sin mucho entusiasmo.
La escuché sacarse los zapatos, ir a la heladera y tomar su preciado jugo de pomelo.
Fragmentos de una rutina, que, estaba seguro, se terminaba para mi.
En ese momento sólo pensaba en soltarle unas cuantas cosas, con el corazón agitado. Me sentía triste y enojado.
Ni se me cruzó por la cabeza que todo aquello iba a cambiarme la vida…
¿Cómo podía imaginármelo?
Y todo por querer hacerme una buena paja.

-Ho… ¿Qué te pasa?
-¿Por qué lo decís? –contesté con una sonrisa amplia.
-Eh… Estás estrujando a Venom… -frunció el entrecejo-. ¿Estás insinuando algo? ¿Es eso?
Venom era el apodo que tenía el consolador preferido de Florencia: era un consolador grande y negro, realista y exagerado (al menos exagerado a comparación de mi pene) que tenía la particularidad de tener una gran vena, muy llamativa, que lo cruzaba de punta a punta… Una vena gruesa que le daba virilidad. Florencia nunca me lo dijo, pero creo que esa vena era lo que más le gustaba del juguete en cuestión.
-No… no estoy insinuando nada... –largué, mientras seguía retorciendo a Venom entre mis manos, para no estallar-. Me arruinaste una de mis películas preferidas.
Puso cara de incomprensión, pero algo (no la culpa, eso seguro) brilló en sus pupilas, bien al fondo.
-¿Qué de…?
-Y pensar que lo único que quería era hacerme una buena paja…
Apreté a Venom hasta que la idea de que se trataba de un pene se hizo muy presente en mi cabeza. Entonces relajé los dedos y levante al pequeño monstruo delante de mis ojos. Lo observé con bastante desprecio.
-Nicolás... No sé qué te agarró… Pero me asustás… ¿Te vendieron porro en mal estado?
Florencia tenía la idea, metida por su mejor amiga, de que te podían vender porro malo que te causaba alucinaciones y una posible e irreversible locura. Para mi eran pavadas, cosas que una madre divulga justo cuando sus hijos están susceptibles a esa clase de historias.  Florencia y su mejor amiga no se drogaban. Yo consumía de vez en cuando… Y había fumado en los últimos veinte minutos. Sabía que el olor persistía en el ambiente y supe, con una ira en aumento, que Florencia se convencería de que mi modo extraño de actuar era culpa de la marihuana.
Eso me quitaba credibilidad. Y era lo que menos quería. Me sentía enfermo y necesitaba atención, para mandar todo a la mierda.
-A ver si nos entendemos: el porro no tiene nada que ver en esto… -exclamé señalándola con Venom. Por supuesto que no logré intimidarla: ella y Venom ya habían tenido todo tipo de encuentros cercanos con anterioridad. Después le señalé una botella de cerveza recién destapada que descansaba en el escritorio-. Y, antes de que digas una idiotez, la cerveza tampoco tiene nada que ver.
Me tembló la voz en varios momentos, pero fue mejor de lo que esperaba. Agarré la botella y le di un trago.
Florencia volvió a fruncir el entrecejo.
-¿Seguro?
Hundí mis uñas en la carne de goma y busqué palabras para desatar el final de toda aquella farsa… Pero no apareció ninguna: al parecer, una parte de mi aún pretendía ocultar todo, sobrellevarlo de algún modo.
“Florencia y yo acabamos de comprometernos… Recién firmamos el contrato de esta casa, estamos pagando los muebles, mamá va a darme un discurso de mil horas y papá se me va a cagar de risa en la cara…”.
Pero aquellos no eran argumentos frente al recuerdo del video.
Mi pecho se volvió a incendiar.
-Florencia…
-¿Qué? –levantó la botella con su pomelo de mierda, sin sacarme la mirada acusadora. Dio un trago largo y siguió en su pose de hipócrita tranquilidad-. ¿Qué pasa?
-Sos una puta…
Y, dado que no iba a poder agregar nada más, me hice a un costado y dejé a la vista el monitor de la computadora.
Le di al “Enter” de un manotazo.

La primer imagen del video es una nave espacial. Unos segundos después ves que la nave espacial está estampada en una remera plateada que se ajusta con fuerza sobre un cuerpo femenino dotado de unas tetas más que dignas.
Al rato, y después de una manipulación de la cámara, podés contemplar a la piba por completo: buen físico, buen culo. Lindos ojos. Sí, no son claros, no son grandes… Pero lindos ojos. De todos modos, el detalle por excelencia es que lleva unas ridículas antenas alienígenas de cotillón.
Hace un par de movimientos sugerentes, se lleva un dedo a la boca (no le sale bien y no calienta tanto, pero el esmero que le pone hace que le perdonés la inexperiencia) y no tarda en ponerse en cuatro.
Tiene medias largas, rayadas, y una tanga en la que se adivina la cara de un extraterrestre. Dicho extraterrestre tiene un globo de diálogo, pero ni en pedo vas a ver qué dice: la tanga es muy pequeña como para que la cámara capte ese detalle.
Se queda en el lugar un rato, expectante, bien perra… Y de pronto aparece un tipo por detrás. No lo ves venir, es así, aparece feroz, en bolas, con una erección de dos kilómetros, una pija enorme (el equivalente blanco de Venom)… La agarra de la cintura y entra sin pedir permiso, sin nada de preámbulos.
La garchada que le sigue a eso es violenta y pasional.
La cara de ella expresa dolor y satisfacción en dósis idénticas. El chabón se muerde el labio, no deja de mirarle el culo y no se da un segundo de respiro. La agarra del pelo, le da un par de golpes en las nalgas… La destroza.
Todo sin sacarle la tanga.
Buen video. Recomendable al cien por cien.
La piba en cuestión, claro, es Florencia.
El “destructor”, claro, no soy yo.

Se quedó dura, con una mano en la boca, los ojos salidos para afuera.
Ya no eran lindos.
-Nico…
-Me arruinaste una de mis películas preferidas.
-Nico…
-¡¿Cómo mierda hago para mirar de nuevo ET y no acordarme de esto?! –estallé.
Tiré el consolador bien lejos (procurando, sin querer, no romper nada) y me levanté. Caminé hacia la otra punta de la habitación y me llevé la mano a la cabeza: tenía la sensación de que podía explotar en cualquier momento.
-Nico…
-…
-Nico…
Sentí que se acercaba.
-…
-Nico…
-¡¿Qué?!
Me giré. No había culpa (sin dudas, era más que evidente, la culpa no aparecería en esa habitación) en su mirada horrible.
-¿Ese video está en Internet?
-Si…
Fue su turno de llevarse las manos a la cabeza.
-Hijo de puta…
-¿Me estás jodiendo? ¿Eso es lo único que te importa?
Me dio la espalda y fue hasta la computadora.
-¿Cómo carajo lo borro?
-¿Desde cuando te calientan los marcianos?
-¡¿Cómo mierda lo borro?!
-Lo único que quería era hacerme una buena paja…
Fui hasta ella y la giré, tomándola fuerte de los brazos.
-¡¿Cómo saco ese video de ahí?!
-Me tuve que pajear igual… Me calentó mucho… Fue la mejor paja de mi vida.
La muy turra tuvo el coraje de poner cara de asco.
-Nicolás…
-Flor… Sos la mejor paja de mi vida.
La solté. Se quedó mirándome.
-Yo no quería…
-No se nota…
-No quería que vieras el video… -aclaró.
-Ah.
Agarré la cerveza. Estaba algo caliente, pero aún servía. La estiré hacia ella y no dudó en tomar la botella. Le dio un trago largo. Dejó su pomelo en un costado.
-¿Y ahora qué hacemos?
Que lo preguntará ella me resultó gracioso y me ayudó a calmarme. De pronto ya nada parecía tan trágico. Ya estaba fuera de mi vida. Muy fácil. Me dolió no poder llorar por las cosas buenas.
-Yo voy a intentar no ver nunca más un documental sobre extraterrestres, ni los Expedientes X, ni ninguna cosa que incluya una nave espacial… Pero lo que más me va a doler…
-Si, ya sé, ET…
Intercambiamos una sonrisa muy verga. Esa clase de sonrisa que te avisa que es la última vez que estás viendo a la persona que te la regala.
Nos quedamos un rato así: ambos cruzados de brazos, echándonos miradas esporádicas.
-Sin rencor, pero… ¿Te acordás de todas esas veces que no querías hacer tal o cual pose porque decías que te hacía doler?
Se ruborizó y desvió la vista. Recuperé la cerveza, de un manotazo. Le di de baja de un sólo golpe. Fui hasta la heladera a buscar otra. Cuando volví al living vi que Florencia estaba sentada frente a la pc. Apretaba histérica todas las teclas, golpeaba el mouse con fuerza.
Me tomé toda la cerveza recostado en el umbral, tranquilo. Me tomé mi tiempo. Aunque intenté hacerlo no pude disfrutar de su frustración.
Yo también estaba, quién sabe desde cuando, fuera de su vida.
En ningún momento se giró y, por su furia, pude adivinar que no logró sacar el video de su fabulosa cogida de la página porno más vista del país.
Fue una despedida solitaria.
Después de cinco años, después de muchas botellas frígidas de pomelo, después de muchas acusaciones de porro en mal estado, después de una infinidad de polvos, volvíamos a ser dos desconocidos.
O nunca habíamos dejado de serlo. A veces pasa.

Salí sin un bolso, sin un destino y sin ganas de pensar en volver. Me fui pensando en las mentiras que me había creído, en las palabras que me habían ayudado a sonreír, en las noches mirando el techo de a dos. Me pregunté si al menos ella se había sentido bien alguna vez en el último mes.
Me compré un whisky barato en un quiosco de mala muerte.
Miré a las personas que pasaban por mi lado, ajenas.
“Ya no tengo un refugio para tanto desencuentro… Ahora soy otro desencuentro, otra noche inconclusa…”.
La noche era fría y la zona no era muy segura. Me paré en una esquina, con las manos en los bolsillos. Me quedé mirando los autos, los carteles de publicidades ya pasadas de moda, los afiches políticos de campañas que habían caducado hacía tiempo, el graffiti con el nombre de esa banda que ya había dejado de existir.
“Todo lo que uno ve es algo que ya no es…”.
-Por diez, un pete… Por veinte, vamos a un telo.
Me volteé con rapidez, no la había visto venir. Era una prosti vieja, con muy poca ropa, una peluca mal puesta y un cigarro que le colgaba de los labios mal pintados, super gruesos. Tenía las tetas caídas.
-Gracias… Paso.
-Arreglamos en quince…
Tenía la voz dura, quebrada, áspera.
-Gracias, pero…
-Está bien, dale, diez por todo…
Se acercó un paso. No sólo era vieja, su rostro era extraño. Retrocedí, intimidado.
-Pasa que…
Entonces apareció un negro muy grandote de entre las sombras. Tenía un sombrero de cowboy y lentes negros con el marco en blanco, muy llamativos. Una camisa de leopardo, sin mangas, unas cuantas cadenas de oro y un pantalón de cuero que le marcaba las pelotas.
-¿Qué haces, hija de puta?
Tomó a la mujer por detrás, con fuerza.
Ella no se sorprendió al quedar atrapada entre aquellas manos enormes. Bajó la vista, resignada. Había dolor en su rostro raro.
-¿Por qué me hacés esto? –soltó, sin fuerza.
-No podés regalarte –le dijo el Negro, apretándola contra él. Luego dirigió su vista hacia mi, con un desprecio absoluto-. Este basurero está lleno de vividores.
-Yo no…
-No me importa si quiere que le exprima la pija por cinco pesos… Necesito la plata…
El Negro la empezó a arrastrar hacia las sombras.
-Eso no va a pasar… No vas a comerte ninguna poronga por menos de veinte pesos… Respetate, no podés dejar de tomar tu medicación.
La prosti vieja se dejó llevar, sin un poco de resistencia. Me dirigió una última mirada.
-Necesito la plata –exclamó, llorosa-. Necesito volver a mi planeta…
Desaparecieron y volví a quedarme solo.
Me terminé el whisky.
Se me ocurrió que podía ser buena idea visitar a Chapa.
Había salido sin el celular, así que caminé.

Llegué al edificio ya sin nada de frío, con un buen humor bastante mutante. Tenía ganas de contarle a alguien lo puta que había sido Florencia y cagarme de risa del asunto. Hasta tenía ganas de divulgar el video si es que aún seguía en el infinito espacio virtual.
Miré el timbre, el 6D, y luego consulté mi reloj: las doce menos cuarto.
“Capaz que está durmiendo, mañana es día laboral”, pensé, con algo de culpa. Después me convencí de que la situación ameritaba despertarlo: “Me acaban de meter los cuernos… Bah, las antenas… Un buen amigo me tendría que abrir la puerta sin importar la hora… Yo podría estar sufriendo un ataque de depresión de la puta madre”.
De inmediato hice desaparecer la semi sonrisa de mi rostro y procuré parecer muy dolido.

Me soprendió que Chapa me atendiera tan rápido. También me sorprendió el tono festivo de su voz y el ruido que se escuchaba de fondo.
-¿Sí?
-¿Chapa?
-¿Quién habla? –casi gritaba.
-Yo, Chapa… Nico…
-¿Nico?
-Sí, Chapa… Mirá, me acabo de…
-¡Ya bajo!
-Ehhh… Bueno –solté, después de que él hubiera colgado.
Cuando lo vi salir del ascensor continuaron las sorpresas: Chapa llevaba su largo pelo enrulado suelto, pegado al rostro, sudoroso. Las mejillas super encendidas, los ojos desorbitados, la camisa blanca mal abrochada, manchada en tres o cuatros lugares, con tres o cuatros colores diferentes. Mi amigo era un aro iris pasado de rosca. Y llevaba un cable enroscado al cuello.
Caminó hasta la puerta de vidrio rebotando en las paredes del pasillo, me abrió después de unos intentos fallidos de darle a la cerradura y me recibió con un fuerte y torpe abrazo.
-¿Qué mierda haces acá?  -soltó, sin dejar de sonreír como un idiota.
-Eh… Pasa que… ¿Viste, hoy? Bueno… -no sabía cómo empezar. Además la curiosidad era más fuerte-. ¿Qué está pasando en tu departamento?
-¿Cómo?
Lo miré de arriba abajo.
-Chapa…
-¡Ah! –él también se miró y luego levantó uno de los extremos del cable-. Lo decís por esto, ¿no? Pasa que hay un boludo que me quiere desarmar la licuadora y usar este cable para hacer un injerto y armar un no sé qué. Le dije que si me tocaba algo le cortaba una mano… Y me traje el cable, por las dudas. Pero te juro que si subo y lo encuentro…
Se quedó callado al levantar la vista y ver mi expresión. Habrá sido el desconcierto absoluto. Se aclaró la garganta, se paró erguido y se acomodó el pelo con las manos.
-¿Qué me decías que te pasó? –soltó, tratando de recuperar la compostura.
-¿Vine en mal momento?
Negó con la cabeza, con énfasis.
-Para nada, para nada… ¿Pasó algo grave, che?
Exageraba su preocupación, lo que me despertaba una contradicción de sentimientos: no sabía si mandarlo a cagar o darle una palmada amistosa.
Respiré profundo, extrañé el whisky.
-Flor me engañó…
-¿Te mintió?
-Me engañó con un tipo…
-¿Ella y un tipo te mintieron?
-Se acostó con un tipo, boludo… Se lo re garchó.
-¿Florencia? –se notaba que era genuina su sorpresa.
-Florencia…
-Uh… Bajón.
-Bajón –asentí.
Agaché la cabeza. La autocompasión me hacía sentir un miserable a pesar de que realmente no me sentía así. Es una cagada la autocompasión.
Nos quedamos un rato en silencio, ahí, el adentro, teniendo la puerta, yo afuera, largando vapor por la boca.
-¿Sabés qué? Mejor. Por fin vas a poder conocer mis fiestas de los miércoles.
-¿Fiestas de los miércoles?
La sonrisa drogadicta y pelotuda volvió al rostro de Chapa.

Continuará

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