Bicicleta

6 abr 2011

TIENDITA DE MAGIA
(La chota indicada en el orto indicado)


El viejo que atendía la tienda de magia salió por la puerta de atrás, con lágrimas en los ojos, con tres huevo de rana, cinco alas de murciélago, esperma de buey, ovario de gallina. La tarde caía, el sol caía, los árboles caían. Las sombras se elevaban más. Un poco más.
Había empezado. Las cosas suceden.
Hizo un círculo en la tierra que comenzaba a temblar. El cielo le daba rojo, prendió una vela negra. Fuego, humo.
Puso cada ingrediente en su lugar, comenzó a llover verde. Gritos. No se apresuró. Se despidió en cada sílaba: “Toda generación piensa en contemplar el final. Cada generación es el Presente del Apocalipsis. Y el Apocalipsis llegó.”
Ríos que se ahogaban, mares de cemento que estallaban con furia. Las personas enloqueciendo en cada esquina, en la carnicería, en el almacén, el consultorio, en el banco, en el estudio del abogado. En las aulas.
Ya no hay hilo, el guionista apagó su pc. El fin de la conciencia.
El viejo que atendía la tienda de magia se hundió en si mismo, en sus historias, en LA historia. Tanta banalidad, tanto manual.
Tanto destruir, sólo por saber cómo volver a empezar: tanto arruinar, por pensar en la secuela.
El viejo que atendía la tienda de magia sonrió, pensó en un niño soñando. El mero hecho de que ese niño existiera significaba, por consecuencia, todo un Universo que lo sustentaba.
Tu realidad es su pesadilla.
Y así, uno adentro del otro, siempre muriendo.
Espiral.
El viejo que atendía la tienda de magia en el medio.
Y en el medio de los medios. Siempre.

***

Son las 8.05 y Dios anda en bicicleta. Tiene una playera naranja. Lleva una camisa colorinche, pantalones cortos, ojotas. El pelo suelto, al viento, reluciente: usa champú con gusto a manzana, crema de enjuague cara, total pagás vos. La barba crecida, frescura en las facciones, sonrisita fácil, de drogón.
Pedalea a velocidad media, disfrutando el paisaje.
Un tipo ojeroso que va a su trabajo en un auto verga le hace “fuck you”. Dios no deja de reír.
Un joven que va al colegio, cansado, enojado porque sabe que será castigado por no memorizarse las fechas de unas cuantas muertes, lo mira torcido. Dios no deja de reír.
Un vagabundo se estira, tomándose la cintura, con algo de dolor: dormir en la calle no es fácil. Ignora rotundamente a Dios. Dios no deja de reír.
Se ríe y pedalea. Pedalea y se ríe.
Es un día soleado, pocas nubes.
Yo soy un mosquito.
Dios va, yo vengo. O yo voy, Dios viene.
Me estrello en el ojo izquierdo de Dios, que ni siquiera me intuye, que sabe todo de mi, pero que se olvidó de mi existencia.
Dios deja de reír, sorprendido, baja la cabeza, se tambalea, un colectivo intenta frenar, pero ya es tarde.
Son las 8.17 y Dios está muerto.
Yo también.
El Mundo no cambió.
O sí.

1 Diálogos:

Gorda Iteración dijo...

Y bueno, Dios se murió... ya era tiempo...