88 millas por hora

22 jun 2011



Quiero recordarte esas películas que viste más de mil veces, que piensas un rato en tu personaje favorito y trates de imaginarlo agonizando, en la cama de un hospital, contándole a sus nietos la serie de peripecias que conforman esa trilogía que casi te sabés de memoria.
Imaginate que Marty McFly es real.
Quiero recordarte las tardes con los video-juegos. Vos eras Dios; había vidas para malgastar, una misión, muchos enemigos divertidos.
¿Alguna vez pensaste que Mario jugaba con vos tanto como vos jugabas con él?
Quiero recordarte a tu primer banda, cuando entendías el sentimiento de empatía absoluto, cuando los acordes eran nuevos cada vez y demasiado familiares al mismo tiempo.
El tema seis de ese mítico disco de los Doors, en el minuto 2.43, siempre suena diferente.
Quiero recordarte ese libro que te garchó el peor/mejor verano de tu vida, cuando las paredes gritaban, el techo gritaba, la soledad gritaba. Y la historia (LA historia) no sólo permanecía en silencio, sino que te escuchaba. Leer es eso: Que te dejen desahogarte… y después te garchen. Bien garchado.
Alguno de los protagonistas de It, atrapado en su eterno ciclo, a veces, sueña con un desconocido de cara triste, que está en la plaza de un banco, suspirando, con ganas de morder, de romper, de contagiar.
Supiste ser inspirador.
Quiero recordarte a tus superhéroes, a los de verdad, los dementes, los que se ponen un traje ridículo, los que reparten golpes porque tienen ganas de llorar, los que tienen venganzas poco prácticas, porque la justicia es una excusa, lo importante es el juego, el mito, la noche.
Ninguno de ellos lo hizo por vos. Nadie, nunca, hizo nada exclusivamente por y para vos.
Quiero que te sientas mal, un rato.
Y que después seas épico.
Estoy cansado de tener lectores… Preciso referencias.

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