Tonto y borracho

13 nov 2011


DIENTES AMARILLOS


Dos, con un poco de frío.
Envejeciendo, lejos de las calles que nos dieron luz. 
Y soy todo lo que extrañas, lo sé del mismo que sé que podría hacerte reír con un chiste de antaño, de esos que no se escuchan en ningún lado, de esos que se inventan cuando querés decir “Te amo” y decís otra cosa, con cada segundo de tu lado.
Las charlas detenidas, en el vértigo del murmullo.
Mil ojos, siempre dos; uno pensando en otro, en una cadena de no-correspondidos, sosteniéndonos, abrazados bajo la lluvia y sin poder predecirnos un segundo después. Evaluando, especulando, sacando cuentas:
-¿En qué pensas?
-En nada… ¿vos?
-En nada.
Y da risa entender qué genuinas son la trampa y la mentira, que siempre nos permiten descansar, en paz. No hay mejor modo de tener la conciencia tranquila.
Unas vacaciones donde pudimos haber dejado de existir, porque colapsamos y seducimos al Fin del Mundo, haciéndole un baile tonto y borracho… Pero nos distrajimos con pavadas y resultó mejor de lo que esperábamos. Mal pero bien. O bien pero mal.
Sea como sea: estoy seguro que esa madrugada nadie más pensó en mi. Nadie, nadie, nadie. 
Un atardecer con promesas, un restaurante cómplice, un lugar que solía visitar para comprarte cosas que en realidad me gustaban a mi. Perdón, me gustan mis regalos.
Algún bar conmovido, un cine de excusa y cigarrillos sin temor, cuando vos no tosías y cuando a mi no me preocupaban los dientes amarillos.
Dos.
Dos puchos. 
Dos vos; dos yo.
Dos, secándose al sol.
Una eternidad.

0 Diálogos: