belleza americana

27 dic 2011


LAS BUENAS IDEAS NUNCA SON MÍAS


Yo esperaba, mirando para la izquierda cuando tenía que mirar para la derecha, aferrado a la mochila, con mucha preocupación, observando cómo el viento movía una bolsa, haciéndola cruzar la Avenida en una danza torpe, hipnótica, llena de una conciencia absoluta y extraña.
“La belleza del Mundo”, me dije, fascinado, no, fascinadísimo. No era una idea mía, claro. Mis ideas nunca me sorprenden tanto. 
“Hace bocha que no miro Belleza Americana”.
Me acordé de la escena en cuestión. Me pregunté si la bolsa me hubiera resultado tan especial si nunca hubiera visto esa peli. Me convencí de que sí… Lo que sentí fue que alguien, alguna vez, había sentido lo que yo sentía, que alguien, alguna vez, iba a sentirse igual.
Me dio un dejá-vù fuerte, de esos que te marean. 
“Hay cosas que no se pueden fingir”.
Creo que eso también lo escuché en otro lugar… No sé.
Me agarré más fuerte de la mochila, apreté los puños, los dientes, los pensamientos.
La bolsa estaba a mitad de camino.
Camión. Auto. Moto. Camioneta.
Todos peligrosamente cerca, fuertes, indiferentes, veloces, apurados, saturados, perturbados. Asustados.
Creamos olvidos, repitiendo minutos, transformando los días en EL día. 
Uno. Otro. Iguales.
Un poco más, casi llegando, elevando, girando, chocando.
Un poco retrocediendo… Porque a la belleza del Mundo también le gusta llorar. 
Había una felicidad implícita en todo lo que me envolvía, es esa eternidad, en ese agujero negro de la rutina, en ese nudo de Universos, Realidades, Posibilidades. 
Una peli.
Yo.
Feliz.
Fue entonces cuando apareció el bondi. Y fue inevitable, desde el principio. Desde siempre. Un golpe directo y se la llevó con él.
Una bolsa, pegada al radiador delantero de un colectivo.
Una bolsa.
Solo eso. Y nada más.
Y era el bondi que yo me tendría que haber tomado. Porque yo miraba a la izquierda, cuando debía mirar a la derecha.
Podría haberla salvado… Pero no la hubiera contemplado. 
¿Existiría la belleza si no pudiéramos contemplarla?
Me dio un escalofríos, bajé mi vista al piso, desconcertado.
Llegaba tarde.

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