interminables

14 ene 2012


BIENVENIDOS 
(acá y allá)


Creo que hoy soñé con una obra de teatro que jamás se representó… O capaz que fue la primer obra de teatro de todas. Capaz la Luna no conocía obras de teatro hasta ese momento. Capaz que después de ese telón ya no hubo más Sol.
Capaz que el show empezó y no va a terminar jamás.
¿Le pensaste así alguna vez?
PUEDE QUE NUNCA TERMINEMOS.
Así que borrate el consuelo tonto del fin del Mundo con extraterrestres pijudos y armas lásers. Olvidate de la orgía final, llena de tetonas que en realidad no conocés y que no sé de dónde sacarías si tuvieras la chance.
A todos nos gusta jugar con el momento que no va a ser.
Creo que hoy soñé con una obra de teatro que era muy triste, que empezaba con un suicidio y terminaba con dos amigos en el patio, señalando el cielo… Y en el cielo las estrellas, recibiendo elogios, inclinándose, orgullosas, sonrientes.
“Espero que lo hayan disfrutado… Ahora nos vamos… Y los dejamos acompañados de la más absoluta NADA”.
¿Te acordás del día en que la NADA vino para quedarse? Yo sí, porque soy buen espectador y jamás me levanté para ir al baño, nunca interrumpí un monólogo, no tosí en mitad de la acción, no mastiqué con la boca abierta, justo en el clímax. 
Y de todos modos debo ser un idiota… Porque hay tres o cuatro chistes que no entendí.
(no voy a gastarme intentando entender a un boludo que se quiere propasar con el uso de metáforas pedorras) 
“Mejor invento un final”.
Y ese pensamiento no tiene marcha atrás.
Creo que hoy soñé con una obra de teatro que siempre estaba estancada en un solo acto, pero que de todos modos avanzaba… Los diálogos se repetían, los movimientos eran idénticos… Pero pasaba algo, algo por atrás, muy en lo profundo. Y aunque el tono era imperturbable el dolor se colaba, como el agua por una grieta en el techo.
La grieta en el techo de tu primer casa solo, lejos de papá y mamá
“¿Y papá y mamá?”.
Nadamos en dolor. 
¿Nos ahogaremos alguna vez? ¿O te morís cuando llegás a la orilla?
¿Cuántos modos hay de morir?
Creo que hoy soñé con una obra de teatro en la que los monstruos eran los buenos, y yo aplaudía desde la primer fila y me moría de ganas por subir al escenario, para sacar las máscaras y mirar las caras… Para verte ahí. Porque sabía que eras vos, que siempre fuiste vos… Que tuviste la culpa, que me estabas intentando desvelar…
Sabía que eras vos, pero no me animaba a comprobarlo.
Reía feliz. 
Y con tristeza.
Esas mierdas se ponen adictivas.
“Me siento bien… Hoy no salgo de casa. Hoy cierro las ventanas, las puertas, desconecto el teléfono”.
Creo que hoy soñé con una obra de teatro y no me divertía ni un poco… porque tenía que encargarme de la luz, del sonido, del vestuario… No me divertía ni un poco, hasta que me empezaba a divertir. Y me preguntaba si me divertía de aburrido o si me divertía de verdad y la obra no se detenía y nadie se paraba a darme órdenes, porque yo era el único detrás. 
“Entonces… ¿dirijo yo? ¿Cómo puede ser que nadie se desnude? ¿Por qué el protagónico lo tiene una piba que no me parece linda?”.
Y era la piba más linda del mundo. 
Y yo nunca le hablaba. 
Y tiraba pedacitos de papel, para que nevara, allá, lejos, en esa realidad que era bella y atroz sólo por mi.
POR MI.
Creo que hoy soñé con una obra de teatro.
Se llamaba: “Bienvenidos”.
Y del lado de afuera de la carpa, donde se vendían las entradas, había un montón de conejos que saltaban, de una punta a la otra. 
Y yo me entretenía con eso, sintiendo la nostalgia más feroz jamás sentida…
Y la obra empezaba.
Y me la perdía.
Después me encogía de hombros, contento, y me ponía a caminar, con las manos en los bolsillos. Me alejaba de la carpa, sin rumbo fijo. 
“El show empieza de ambos lados. Siempre”.
Y acá despertaba… del mismo modo que allá nunca dormía.

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