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4 mar 2012


ES TRISTE PENSAR QUE PUEDO PRESTARTE UN LIBRO, PERO NUNCA LO QUE ME PASÓ CUANDO LO LEÍ


Vivir es asimilar que la mejor historia que leí la escribió alguien como yo; alguien que decidió transformar una hoja en blanco en la certeza absoluta de que la duda es la esencia del todo; alguien con unas ganas terribles de llorar, gritar, romper, morder; alguien que una noche de duelo dejaría de ser lo que era para transformarse en lo que sería: el autor de ese libro que me violó el cerebro, en túneles oscuros, bancos luminosos, calles cargadas de miradas, pasos y corazones en descomposición. 
Vivir es asimilar que la mejor historia que leí no existía hasta que fue expulsada por culpa de una violenta epifanía: alguna fiesta, de música furiosa; algún bar, deseando no estar enamorado; alguna plaza, con el tiempo al revés; alguna habitación, sin terminar; alguna noche, agotado, riéndome en la oscuridad, sin importarme si me veías, mirándote de más; algún sótano, con una peli reflejada en la pared
(la 
mohosa
pared);
algún recital, con borrachera, visiones y muertos; algún tren, entendiendo el error; algún bondi, a la velocidad de la luz; algún aula, en el fin del mundo; algún árbol, que sirve de lápida. Siempre lápida. 
Alguna amistad, consumida.
Vivir es asimilar que la mejor historia que leí fueron insomnios, soledad, palabras calladas, brechas de sin-realidad, cómos, cuándos y dóndes perdidos, resaca, dioses agonizantes, aguas turbias, bucear, bucear y bucear…
…discos, libros, fotos, flash, volver.
Un poco más.
Vivir es asimilar que la mejor historia que leí fue lo que sucedió luego de que alguien pensó en la mejor historia que leyó. 
Vivir es asimilar que nunca te voy a entender.
El
Mejor
Libro.

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