parlantes rotos

12 mar 2012


LAS ZAPAS DE LOS RECITALES


Caminar, por un mundo roto, con pájaros de colores raros, ciegos, que tratan de oler, que silban canciones viejas, de esas que sonaron una tarde lejana en una radio lejana.
Las calles sin nombre, o con chistes fáciles, sin un poco de historia, con el vacío en cada pedestal, porque las estatuas se suicidaron todas, el mismo día.
“Ni siquiera las estatuas creen en las estatuas”, escribí en mi diario, una vez. Nada más que al diario no le decía diario, porque eso es de minita. Y tampoco lo escribí así.
Escribí: “en esa foto veo ojos que no son los tuyos”.
Pero ahora da igual.
Caminar, un poco al palo y relajado, con la ropa rota que mamá me tiró, con las zapas de los recitales, con el amuleto que se me rompió. Ese que te hizo llorar. Inventé una anécdota muy mala para no sentirme culpable.
Y creo que fue peor.
Pero las noches fueron buenas, con demasiado terror, así que me alegro,
por toda la tristeza
la nostalgia
y la emoción…
…la emoción de tanta tele en blanco y negro, de patios con bichos y de taxis con choferes deformes
(como vos
y como yo)
Caminar, pensando en las pelis que regalé, los cuentos que presté, las rimas que no salieron: los dibujos donde éramos dos, en una banda que sonaba mal.
Pero rompíamos el escenario.
El escenario que hoy no está.
Caminar.
Y es como hacer un conjuro de chico, para que funcione de grande.
Y una copa dada vuelta, como único instrumento.
Caminar,
y volver al lugar
al que vas a morir.
Caminar.
Sólo caminar.
Caminar 
solo.

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