elcorazóndelmundo

4 jun 2012


El universo no es épico,

sólo es ese lugar con el que a veces siento empatía. 



Sobrevuelo mi cuerpo, que se escurre, que finge poses de muerte, que se imagina a si mismo, luego de una brutal caída,
caigo de la terraza del edificio más alto que conocí, dónde vivía mi abuela, cargada de misterios y con una receta para la libertad,
caigo por la ventana, escapando de mis persecutores, luego de asesinar a esa parte de mi que quería mantener en orden el cuarto,
caigo, soltándome de tu mano, que acaricia, por última vez,
caigo de una nube pintada, al quedar fuera del cuadro, el día que descubrí la firma del autor, abajo, en chiquito, disimulada, como queriéndose confundir con el paisaje,
(a mi no me engañas, hijo de puta);
caigo, perforando convicciones, teorías, mapas,
perforando, veloz, los días de enseñanza, que me ven pasar y sueñan con el meteorito, con el fin del mundo;
perforando el sermón, para que señalen el milagro, 
perforando el techo de tu habitación, para que veas las estrellas, para que sepas que vengo de lejos, para que sepas que nunca me fui,
perforando los cristales de tantas mañanas de expectación, esperando que la lluvia traiga algo mejor,
perforando cada calle que transité, para crear el accidente, la desorientación, 
perforando, aún más profundo, las raíces, los nervios vivos y estimular más
(y más)
perforando el corazón del Mundo, para que todo se contraiga,
se paralice,
quede bien quieto,
para que nos miremos a los ojos 
en la blanca consciencia de la inmovilidad,
en lo eterno, 
y respiremos, vivos, 
por primera vez,
cuando reciba el balazo certero,
y deje de sobrevolar,
para aterrizar,
como siempre, 
en el mismo lugar.

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