dos psicóticos

13 ago 2012


LA OLVIDADA MUERTE DEL RECUERDO
(y otros títulos pretenciosos)


El eclipse lo llenó todo, y envejecimos, tan rápido como las calles, que no tardaron en volverse una versión post-apocalíptica de si mismas. El silencio y la quietud, rostros anaranjados, saliendo de sus vehículos, deteniendo la marcha constante y circular; todas las melodías sincronizadas en un murmullo distorsionado: fragmentos de un diálogo que nunca existió, que siempre rebotó, que se destejió en las ventanillas del bondi, mientras, afuera, todo se movía, y nos movíamos, tan quietos… diálogos, que gotearon del techo, convirtiendo en pantano tu habitación, ¿recordás tu primera muerte y el vital dolor?
Y siempre fue una contraposición, como el eclipse, que todo lo llenó:
se incendió la casa del árbol, la última, y nadie escribió sobre su extinción, no hubo homenajes, llantos, emoción; la fábrica abandonada cayó, sepultando las historias de terror, ¿a cuántos fantasmas traicionamos al no entender que sólo buscaban amor? 
Los libros se fueron volando y dibujaron sombras aterradoras, sin olvidar la diversión; las botellas estallaron y el cristal dibujó las cicatrices sobre las que mentiste, alguna vez, sin sospechar que estabas roto, que eras mortal, que los héroes no mueren pero presencian muertes, lo que casi es igual; las plazas se congelaron para sobrevivir a otro final, preservando tus pasos, para que sólo perdure la curiosidad; los suicidas quedaron suspendidos, en el segundo preciso, activando la memoria del mañana, que ya no llegaría,
nunca más.
Mirar a los ojos, enfrentados, y temblar,
como si nunca hubiéramos sido más que las hormonas alteradas de dos psicóticos de buen corazón, enamorados,
como la luna
y el sol.

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