17 feb 2013


La valija de un narco.



En el país de la normalidad
llevo un paraguas de turista
y las exclamaciones rebotan
se chocan
y se deforman
y se me hacen signos

de
preguntas
que de pronto lo llenan todo
y estar lejos de casa
no me parece tan mal
porque no recuerdo de dónde vengo
pero seguro
no era un feo lugar
sino 
no se explica
porque extraño 
y no dejo de extrañar
y sigo llegando
porque me acerco
aunque los bocinazos
los ojos vacíos
las arrugas tristes
los llantos solitarios
el contra-reloj
el temblor
los cigarrillos acumulados
la resaca del dolor
me digan
con insistencia 
que NO
y se encaprichen 
en seguir llenando de nubes
con certezas de libros de antaño
llenas
llenísimas
siempre estallando
doloridas madres en parto
para dar a luz
al hijo de la traición
porque una mentira
tras otra
nunca generan una verdad
en ninguna ecuación
había que seguir mintiendo
y no sé quién violó el juego
pero no me causa satisfacción
y sé que puedo escapar de esta tormenta
aunque los vidrieras de moda
los programas de televisión
la esperanza ajena cuando deprime
en lugar de dar motivación
la trampa de tanto pedir “por favor”
los fantasmas que se fueron solos,
porque nunca nadie los escuchó,
el tipo que no me mira
y me vende más alcohol
digan
con insistencia
que NO
y a mi alrededor 
las revelaciones se mueren ahogadas
se llevan a algún dios
en charcos
en un barro que mancha
se mete en la piel
corre por las venas
y hace un pantano en los cerebros
que rápido empiezan a saber contestar
sin dudar
sís
y 
nos
contínuos y sin pasión
qué suerte que sigo siendo un turista
en el país de la razón.

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